Cuando paseamos por el entorno de la Lonja es inevitable alzar la vista para admirar la belleza de su arquitectura gótica, pero quizás ignoramos que bajo nuestros pies también existe un auténtico tesoro oculto. Tanto en la plaza del Doctor Collado como en los Escalones de la Lonja existen sótanos abovedados del S. XIV, y por lo tanto, anteriores a la construcción de nuestro emblemático monumento. Precisamente son los escalones de la calle los que salvan el desnivel del techo de dichos sótanos.
Se cree que estos subterráneos estaban destinados como almacenes de aceite, relacionados con la actividad mercantil de la zona. La misma Lonja cuenta también con un sótano que aprovechaban los comerciantes del Mercado para guardar sus utensilios.
La Cava de Johan se encuentra en el edificio de la plaza del Mercat contiguo a los escalones. Se llama así en honor a un mercader llamado Johan Steve que fue su propietario. Fue rehabilitada hace unos años para convertirse en tienda de souvenirs. En la actualidad se utiliza como almacén del bar que hay en los bajos del edificio.
En Valencia todavía se conservan hornos de tipo de moruno de los que se utilizaban para la elaboración del pan. Aunque muchos todavía siguen funcionando para lo que fueron construidos, otros sin embargo han terminado ejerciendo un papel muy distinto.
En la calle San Ramón, junto al Mercado de Mossén Sorell existía una antigua panadería que a principios de los 70 fue reconvertida en bar de copas. El local bautizado (por razones obvias) como “El Forn” fue uno de los pioneros de la noche valenciana al igual que Capsa, Barro o Christopher Lee.
Más de cuarenta años después, El Forn aún sigue sirviendo copas. Y todavía conserva en buen estado el horno moruno, cuyo interior fue habilitado como “reservado” del local. Piezas originales de la panadería como el molino de harina, la divisora de masa o las palas de pan se han convertido en elementos decorativos del bar.
En la parte central del complejo cultural “La Beneficencia” se encuentra uno de esos lugares de belleza deslumbrante pero a la vez poco conocidos de nuestra ciudad. Se trata de la capilla que fue de este gran edificio que en origen estuvo dedicado a labores de caridad.
La capilla fue diseñada por el arquitecto Belda en 1883 en estilo neobizantino, siguiendo la moda historicista de la época (al igual que el neogótico o el neomudejar) de imitar estilos arquitectónicos antiguos. Se trató de recrear el estilo bizantino que durante toda la Edad Media nos dejó joyas del patrimonio mundial como Santa Sofía en Estambul o la Catedral de San Marcos en Venecia. Y es fácil transportarnos a aquella época cuando entramos en su interior, gracias a la fastuosa decoración de tonos dorados, mosaicos, y pinturas de Antonio Cortina.
Actualmente el edificio se denomina “Sala Alfons el Magnànim” y se utiliza para conciertos de música y otros actos culturales.
La Fuente de las Cuatro Estaciones se encuentra situada al principio de la Alameda, frente a los Jardines de Real.
Su taza es de mármol y su cuerpo central de hierro fundido, aunque durante muchos años se creyó que también estaba construido en mármol, aunque en realidad estaba recubierto de esmalte blanco. La restauración de hace unos años sacó a la luz el acabado original.
Fue instalada en 1863 (con cierta polémica debido a los desnudos femeninos), habiendo sido encargada a una prestigiosa fundición francesa que por aquel entonces estaba realizando otras copias del mismo modelo para varias ciudades importantes de Europa y América.
Así que si un día viajamos por Lisboa, Paris, Lyon, Ginebra, Liverpool, Boston, Quebec o Buenos Aires es muy posible que nos encontremos con una fuente casi idéntica a la que tenemos nosotros en la Alameda.
Durante siglos la plaza del Mercat se utilizó, entre otros menesteres, para ajusticiar públicamente a los presos condenados a horca o garrote vil. Los cuerpos quedaban expuestos en la plaza durante días como escarnio y aviso a delincuentes. Por razones de salubridad, en el S. XIV se decidió trasladar los cadáveres de los ajusticiados a un lugar concurrido a las afueras de la ciudad, donde antes de ser enterrados eran colgados y exhibidos hasta consumirse.
Ese lugar, conocido como el Cementerio de los Ajusticiados, todavía existe. Se construyó en terrenos por aquel entonces de Valencia pero actualmente situados en el casco urbano de Tavernes Blanques. Se encuentra este pequeño recinto vallado al fondo del jardín que hay junto al Carraixet, saliendo de Tavernes en dirección a Almássera.
Aquí reposaron los restos de ajusticiados ilustres como el General Elío, el Héroe Romeu o Cayetano Ripoll, la última víctima de la Inquisición en España.