No hay nada más insólito que aquellos lugares casi secretos que pocos conocen y que permanecen ocultos al tránsito cotidiano de la ciudad. Llama la atención, pues, la existencia de los restos de un templo funerario romano en el interior de un parking situado entre las plazas de San Nicolás y Marqués de Busianos. Pero todavía sorprende más el modo en que se encuentran integrados en el parking: dentro de una especie de escaparate con iluminación propia y con un panel de señalización que explica el origen de los vestigios históricos.
Dichos vestigios corresponden a un lienzo del muro exterior fabricado con opus caementicium (hormigón romano) de un monumento funerario naomorfo (con forma de templo) que perteneció a una necrópolis datada a finales del siglo I o principios del II. La función de este templo era la de dar sepultura a una persona relevante de la época y a su familia, así como rendir tributo a su memoria. Sería el equivalente, entonces, a los panteones de los cementerios cristianos actuales.
Ayer pudimos asistir al encuentro para medios de comunicación con motivo del 50 aniversario de la reapertura al culto de la Iglesia de San Juan del Hospital y tuvimos la oportunidad de conocer muchos de sus secretos de la mano de su párroco y de dos técnicas especialistas involucradas en las tareas de restauración del templo.
De todos los rincones visitados, el más fascinante es la Cripta de la Capilla de Santa Bárbara debido a su difícil acceso a través de una losa corrediza de piedra que da paso a una escalera metálica en la pared que desciende al fondo de la cripta.
La cripta se utilizó como pudridero para los restos de la emperatriz Constanza de Grecia, fallecida en 1307, antes de ser trasladados al sarcófago adosado al muro de la capilla. En su interior se conserva un tramo de la spina del circo romano de Valencia. La spina era el murete longitudinal que dividía la arena del circo en dos calles, alrededor el cual giraban las cuadrigas durante aquellas carreras que muchos recordamos por películas como Ben-Hur.
Está previsto que tanto la cripta como la spina, actualmente cerradas al público, puedan visitarse en un futuro, lo que permitirá poner en valor estos restos de indudable valor arqueológico.
Hace un tiempo hablábamos de la cisterna romana que se encuentra en el interior del restaurante La Moma en la calle Corretgería. Recientemente, en el mismo local se ha descubierto bajo una losa una galería subterránea, de la cual se especula (a falta de pruebas documentales) que pudiera tratarse de un tramo de un supuesto pasadizo secreto que llegase a la Catedral.
Parece más probable que sea de origen romano y por lo tanto pertenezca al propio sistema de conducción de aguas de la cisterna. Sea como fuere, el espacio ha sido habilitado y decorado con objetos antiguos y puede ser observado a través de una claraboya de cristal.
Esta semana nos ha deparado un feliz hallazgo arqueológico, que viene a demostrar que en nuestra ciudad todavía es posible descubrir lugares ocultos e insólitos.
Durante las obras de restauración de la antigua fábrica de Bombas Gens – notable ejemplo de patrimonio industrial del cual ya os hemos hablado en otra ocasión- ha aparecido fortuitamente una bodega subterránea de finales del S. XV o principios del XVI. El espacio, prácticamente intacto, conserva elementos como tinajas o un lagar, y podría pertenecer a una alquería huertana del antiguo poblado de Marxalenes.
Existe la intención de que la bodega sea visitable, integrada en el futuro complejo sociocultural que la Fundación Per Amor l’Art – actual propietaria del edificio- abrirá al público dentro de unos meses.
A lo largo de los últimos días, los medios de comunicación han estado informando de los hallazgos arqueológicos descubiertos bajo la Catedral con motivo de las obras de ampliación del Museo Catedralicio.
Entre ellos, destacan un tramo de calle de la Valencia Romana con restos de casas de de los siglos I o II, parte del alcantarillado y otros elementos como rejas y aljibes. Otro elemento singular es el paramento de la Torre de San Pedro, primitivo campanario de la Seo del S. XIII que fue destruido en el S. XV para construir el Micalet.
En las próximas semanas está prevista la inauguración de la ampliación del museo, lo que nos permitirá visitar estas maravillas ocultas en el subsuelo de la Catedral.
En la calle Corretgería, el restaurante Moma cuenta con un reservado a modo de cueva. Por su fisonomía y ubicación bien podría tratarse de una cisterna de la época romana que abastecía de agua a la ciudad. Durante la Edad Media también pudo haber servido de granero a la vecina Catedral. A la entrada a la cisterna se puede contemplar en el suelo una losa de piedra que da acceso a un pasadizo que transcurre bajo este local y los adyacentes.
El pasado viernes se celebró, como es tradicional, la festividad de San Vicente Mártir, patrón de la capital. Entre todos los lugares que evocan al santo hay uno digno de figurar en el libro Guinness de los records: la calle que lleva su nombre, con sus casi 4 kilómetros de longitud, fue considerada durante mucho tiempo como la más larga de España.
Esta calle cuenta con la singularidad, además, de estar construida sobre el trazado de la Vía Augusta, la principal calzada romana que cruzaba Hispania de norte a sur. El tramo que recorrió San Vicente desde Zaragoza hasta Valencia para recibir martirio se ha convertido en una ruta de peregrinación jalonada por columnas de piedra que imitan a los antiguos miliarios romanos. Una de estas columnas podemos encontrarla en la entrada del Monasterio de la Roqueta.
Durante la época romana la ciudad de Valencia (entonces Valentia) se abastecía de agua a través de un acueducto que recogía las aguas del Turia y las llevaba al centro de la ciudad siguiendo el curso aproximado de la actual calle Quart. En un restaurante de esta calle llamado “ Celler del Tossal” se conserva un tramo del acueducto. Y es posible que cerca de ahí estuviese el “castellum aquae” , especie de depósito central que distribuía el agua en la ciudad.
El Palacio Real de Valencia fue uno de los edificios más emblemáticos que existieron en nuestra ciudad. Construido en el S. XI fue residencia de reyes hasta su derribo a principios del XIX. Se encontraba situado en lo que actualmente es la calle General Elio y dio nombre tanto al puente del Real como a los que fueron sus jardines que hoy conocemos también como Viveros.
En 1810, durante el asedio de las tropas de Napoleón el palacio fue arrasado, pero no por los franceses como pudiera pensarse, sino por los propios españoles que en una desafortunada estrategia militar decidieron destruir el edificio para que no cayese en manos enemigas.
Fue tal el montón de cascotes que se formó que cuatro años después el General Elio ordenó que se cubrieran de tierra y vegetación dando lugar a las “muntanyetes d’Elio” que todavía perviven integradas en los jardines del Real.
Hace unos años una excavación arqueológica en la base de los montículos dejó a la vista fragmentos de una de las fachadas del palacio.
Mucha gente recordará que a mediados de los 80 unas obras de canalización en General Elio dejaron a la vista una buena parte de los restos del palacio que tras diversas polémicas fueron cubiertos de nuevo por el asfalto.
Pocos son los restos del circo romano de Valencia que se conservan, y menos aun aquellos que se pueden visitar.
Sin embargo, es posible comer literalmente encima de lo que era la arena del circo o bien junto a lo que fue su graderío. Ambos restos son visibles en el restaurante Soho del Mar, situado en la calle del Mar.
En la fotografía se aprecia la zona de la arena bajo las mesas y la pared del graderío al fondo del local con iluminación azulada.