Durante las últimas semanas estamos asistiendo a la campaña que diversas entidades cívicas están llevando a cabo para evitar el derribo del antiguo cine Metropol, que luce en su fachada un característico rótulo de estilo art-decó cuya tipografía es similar a la utilizada para señalizar los refugios antiáereos de la Guerra Civil.
Es buen momento para recordar, que además del Metropol se conserva todavía el edificio del antiguo Jerusalem Cinema, situado en la esquina de las calles Convento Jerusalén y Vives Liern, con el que comparte estilo arquitectónico y tipografía en el rotulo de la fachada.
El Jerusalem Cinema fue proyectado en 1928 por Salvador Donderis en estilo art-decó. Durante décadas alternó programas de estreno y reestreno, y en su última etapa proyectó películas de "arte y ensayo" como algunas de Pasolini o la célebre Enmanuelle, que tantó escandalizó a la sociedad de la época. En 1985 cerró sus puertas como sala de cine para reabrirlas en la década de los 90 como discoteca, actividad que ha venido manteniendo con distintos nombres hasta la actualidad.
Exteriormente presenta un curioso aspecto, casi industrial, que le confiere su forma achaflanada y los paños verticales acabados en semicírculo y rematados por frontones curvos. En el interior todavía se puede intuir su estructura original de patio de butacas y primer piso.
En el mismo chaflán del edificio se distingue aún el rótulo de letras resaltadas que lo hermanan con el del Metropol, el cual esperamos y deseamos se salve del derribo y permanezca como memoria viva de nuestra ciudad.
Las décadas de los años 60 y 70 supusieron para Valencia una época de expansión urbanística que se tradujo, entre otras intervenciones, en la construcción de un buen número de polígonos de viviendas sociales. Entre todos ellos, existe uno que merece ser recordado por lo audaz y visionario de su proyecto y lo insólito de su construcción, el denominado 8 viviendas experimentales del Polígono de Campanar (también conocido por el prosaico termino de M-IV).
El proyecto fue un encargo del Ministerio de la Vivienda al prestigioso arquitecto Fernando Martínez García-Ordóñez y a su estudio GO.DB, autores de obras pioneras como el Colegio Guadalaviar, Nuevo Centro o el edificio de Lanas Aragón. Para su construcción se utilizaron materiales novedosos como resinas y poliéster, e ingeniosas soluciones técnicas como la unificación de estructuras y cerramientos o la creación de zócalos huecos para el paso de instalaciones eléctricas. Pero la innovación más relevante fue sin duda la fabricación de módulos prefabricados que luego eran ensamblados mediante una grúa puente. Estos módulos eran construidos en la misma parcela de la obra como si de una de industria se tratase, mediante tres cadenas de montaje que discurrían sobre 1000 metros de vías suministrados por Renfe. Cada una de las viviendas constaba de 10 módulos y el tiempo total estimado de montaje y ensamblaje era de únicamente 18 horas por vivienda.
El 22 de Noviembre de 1968 se realizó una demostración ante las autoridades en la cual se ensambló una vivienda en solamente 2 horas. En Junio del año siguiente se entregaron las viviendas terminadas a sus propietarios, trabajadores del propio estudio de arquitectura.
Por desgracia, la iniciativa no tuvo continuidad debido a los altos costes económicos de su construcción. Pero aun hoy en día podemos admirar este curioso experimento arquitectónico que permanece habitado y en buen estado de conservación. Encontraremos este grupo de viviendas en la calle Bergantín, en el actual barrio de Tendetes, justo a espaldas del edifico del PROP.
Hubo un tiempo, no tan lejano, en que de Nazaret tuvo una playa que disfrutaba de justa fama entre los bañistas. Durante las décadas de los 40 y 50 el complejo Benimar y el balneario Marazul animaron los veranos de muchos valencianos que se acercaban a disfrutar del mar. Pero aquel esplendor se fue apagando: la playa desapareció, Benimar permanece cerrado y abandonado, y Marazul, tras ser rehabilitado, fue derribado para levantar un nuevo edificio destinado a centro de juventud y universidad popular que apenas recuerda al original.
El cuerpo de Peones Camineros fue creado en el S. XVIII para la conservación y mantenimiento de los caminos y carreteras de España. Cada peón, ataviado con su uniforme oficial y su bandolera, tenía asignado un tramo de camino de una legua de distancia (aproximadamente 5 kilómetros y medio), que tenía que recorrer a pie y mantener en perfecto estado. En virtud de una ley promulgada en por Isabel II en 1852 se empezaron a construir unas modestas casillas para alojar a los peones y sus familias. Estas casillas se ubicaban, generalmente, en mitad de la legua correspondiente al peón asignado a la misma.
Todavía es fácil encontrar muchas de estas casillas a lo largo de la geografía española. En Valencia, hallaremos una bien conservada en la avenida de Burjassot, reconocible por el rótulo de “Obras Públicas” en su fachada y por el emblema del cuerpo de Peones en el testero que corona el edificio.
La casilla fue construida para la conservación de la calzada renovada en 1900 del que era Camino Nuevo de Burjassot y posteriormente la carretera comarcal C-234 que atravesaba las comarcas de Horta Nord, Camp de Turia, Serranos y Rincón de Ademuz y finalizaba en la localidad conquense de Santa Cruz de Moya.
Construido en 1956 y situado en la calle del Pintor Navarro Llorens (en la zona de Abastos), este edificio tal vez no sea especialmente distinguido. Pero si levantamos la vista a la altura del primer piso podremos distinguir, como elemento curioso, un rótulo con la inscripción “Plátano de Oro”. Tan exótico nombre obedece a que en los bajos y sótanos se almacenaban los plátanos que se vendían en el vecino Mercado de Abastos.
El edificio “Plátano de Oro” es uno de los pocos vestigios que quedan del entorno comercial que rodeaba a un mercado que durante 35 años marcó la vida cotidiana de la zona hasta que sus puertas cerraron tras la inauguración de las nuevas instalaciones de Mercavalencia.
Situado en la calle Campamento, una de las principales arterias de Benimàmet, el Chalet de Panach actualmente es la sede de la biblioteca pública Teodoro Llorente. Se trata de un claro exponente de vivienda residencial burguesa de principios del S. XX. Perteneció al matrimonio formado por Manuel Panach y Paquita Pastor, dueños de una afamada óptica de la calle Lauria.
Del chalet solo queda el edificio principal, aunque antiguamente llegó a tener viviendas para los guardeses y establos. Su interior se decoraba con azulejos de Nolla y con lámparas que imitaban a las del Hotel Alfonso XIII de Sevilla. Estaba rodeado por un cuidado huerto de naranjos, cuyo terreno correspondía a lo que ahora es jardín y parque de juegos infantiles.
Sus muros encierran muchas historias. Según cuentan, durante la Guerra Civil el militar republicano Valentín González (más conocido como El Campesino) consiguió huir de un tiroteo con los nacionales arrojándose desde una ventana.
Muchos creerán que es un campanario, pero la reconocible torre de 32 metros de altura que preside una de las esquinas del Hospital General de Valencia solamente lo es en apariencia. Bajo ese aspecto eclesiástico se esconde en realidad un depósito de agua de 175.000 litros de capacidad, diseñado en vertical para favorecer la presión del agua y lograr el abastecimiento de todo el hospital.
Conocida como la Torre del Agua, se haya integrada en el conjunto hospitalario de la avenida del Cid, inaugurado en 1962 en sustitución del antiguo hospital del S. XV situado en la calle del mismo nombre, actual Biblioteca Pública. El nuevo edificio de líneas neoacademicistas es obra del arquitecto Luis Albert, inspirada en modelos europeos, pero acusando el lenguaje monumentalista de la época.
En la actualidad, la torre-depósito se utiliza como reserva en caso de falta de suministro de agua por fallo de la red general.
Ya os hemos hablado en alguna ocasión del Casino del Americano, el palacete del S. XIX situado al final de la avenida de Burjassot. Un edificio que, pese a su valor arquitectónico y paisajístico, se encuentra abandonado y en estado ruinoso desde hace varios años. Debido a la falta de material grafico y basándose en testimonios de personas que estuvieron en el edificio principalmente en la época en que este se utilizaba como bar de copas, se ha especulado mucho sobre como era la decoración de su interior. Se ha afirmado, por ejemplo, de la existencia de pinturas murales dedicadas a los conquistadores de América, dado el origen indiano del propietario que mandó construir el palacete.
Pues bien, ayer tuvimos la oportunidad de salir de dudas durante una visita que realizamos con los compañeros de Círculo por la Defensa y Difusión del Patrimonio Cultural. Como preveíamos, su interior se encuentra totalmente arrasado y presenta un aspecto tenebroso (con “aparición espectral” incluida). Pocos elementos ornamentales se han salvado del expolio, salvo detalles como la chimenea del salón principal, relieves de escayola con motivos mitológicos o fragmentos de pavimento.
Pero milagrosamente, las pinturas murales a las que hacíamos referencia aun se conservan y en relativo buen estado. Se trata de cuatro pinturas que adornan las pechinas de la cúpula circular que cierra el hueco de escalera y que se encuentra integrada en el torreón central. Para nuestra sorpresa, pudimos descubrir que en contra de lo que sabíamos hasta ahora, dichas pinturas no están dedicadas a los conquistadores de América, por lo menos en parte. En realidad se hayan representados cuatro personajes fundamentales de la historia española de los siglos XV al XVII: Miguel de Cervantes, Diego Velázquez, Gonzalo de Córdoba y Cristóbal Colón.
Pese a la tristeza causada por el total abandono del edificio, nos sentimos orgullosos de haber contribuido aunque sea mínimamente al esclarecimiento de este misterio y por poner al día a todas aquellas personas que durante todo este tiempo nos han preguntado interesándose por esta joya de la arquitectura burguesa valenciana.
Ahora solo nos queda esperar que las instituciones correspondientes procedan al rehabilitación del conjunto y de que una vez por todas lo integren, como está previsto, en el Parque de Benicalap.
Es noticia estos días la inminente reapertura del Hotel Reina Victoria, tras permanecer cerrado durante una temporada por reformas.
El hotel, situado en la céntrica calle de Las Barcas, está considerado como el más antiguo de la ciudad. Construido en 1910 como edificio de viviendas, es en 1913 cuando fue inaugurado como hotel. Obra del arquitecto Luis Ferreres, (autor del antiguo Matadero Municipal de la Pechina) destaca por sus marquesinas y por sus miradores de hierro y cristal.
A lo largo de su siglo de existencia, sus instalaciones han alojado a un buen numero de personajes históricos: toreros como Manolete o El Cordobés, músicos como José Iturbi, fotógrafos como Robert Cappa y escritores como Jacinto Benavente, Federico García Lorca o Ernst Hemingway, el cual comenzó a escribir aquí Fiesta, una de sus obras más reconocidas.
A principios del S. XX la familia Oltra abrió una tienda de confección a la entrada del Pasaje de Ripalda haciendo esquina con la calle de San Vicente. Queriéndole dar un toque de distinción a la decoración del local, encargó una artística escalera al pintor Manuel Benedito y al famoso arquitecto Antoni Gaudí le pidió que se encargase de diseñar los escaparates. Gaudí creó tres cúpulas de cristal de Bohemia y tres vidrieras con forma de cola de pavo real.
Décadas más tarde, el dueño encargó dos réplicas adicionales de las vidrieras cuando la tienda fue ampliada. Esta conservó tan distinguida decoración hasta que fue vendida por la familia propietaria a finales de los años 90. Las sucesivas reformas para adecuarla a los distintos negocios que la ocuparon posteriormente, culminaron con el total desmantelamiento de cúpulas y vidrieras.
De un tiempo a esta parte, han sido repuestas dos de aquellas vidrieras recayentes al interior del pasaje, pero ignoramos si se tratan de las originales o de las réplicas de las mismas.