El Cementerio General se empezó a construir en 1805 y fue inaugurado en 1807. En un principio se trataba de un espacio rectangular vallado con una capilla central y fosas comunes, ya que los nichos individuales se empezarían a construir al año siguiente.
Fue a mediados de siglo cuando se empezaron a erigir los primeros panteones destinados a los fallecidos de clases acomodadas. El panteón más antiguo data de 1846 y está dedicado a Juan Bautista Romero, hijo de los Marqueses de San Juan, impulsores de la creación de los Jardines de Monforte. Frente a un obelisco de líneas neoclásicas dos figuras femeninas custodian una tumba cargada de elementos simbólicos.
El segundo panteón construido reproduce un templo griego en el que se encuentra enterrada Virginia Dotres, la niña poeta. Fallecida con solo 15 años, los poetas valencianos del momento le dedicaron un libro titulado Las flores del sepulcro.
En ocasiones, los descubrimientos de nuestro patrimonio cultural más insólitos se realizan de la manera más insólita, valga la redundancia. Hace unos días me acerqué a la capilla del Cementerio General para preparar una futura entrada para el blog. Coincidió con la misa de 11, así que esperé respetuosamente a que acabasen los oficios para empezar a hacer fotografías. Todo el mundo se había marchado, excepto un señor de avanzada edad que permaneció sentado en el banco. Cuando vio que yo empezaba a fotografiar el interior de la capilla se interesó por mi labor. Le expliqué a que me dedicaba y para que hacía aquellas fotos. Y entonces me hizo el insólito descubrimiento…
Me mostró unos pebeteros dorados adornados con el escudo de Valencia situados a ambos lados de la puerta de entrada a la capilla y me comentó que son los mismos que se utilizaron para el funeral del escritor Vicente Blasco Ibáñez. Me relató que su abuelo, ferviente seguidor de las ideas republicanas de Blasco, había asistido en 1933 a aquella multitudinaria procesión cívica en la que fueron trasladados los restos del escritor –fallecido 5 años antes en Menton, Francia- hasta el Cementerio General. Me contó que su familia había guardado fotografías y recortes de prensa de la época y me animó a que indagara en los archivos para corroborar su historia.
Y así lo hice. Consultando diversas fuentes gráficas pude comprobar que, efectivamente, aquel anciano tenía razón y que aquellos eran los pebeteros que se habían utilizado en el funeral de Blasco. Un hermoso hallazgo que demuestra que todavía es posible encontrar detalles casi desconocidos en nuestra ciudad. Hallazgo del que debo agradecer profundamente a aquel ilustre desconocido del cual nunca supe su nombre.
No hay nada más insólito que aquellos lugares casi secretos que pocos conocen y que permanecen ocultos al tránsito cotidiano de la ciudad. Llama la atención, pues, la existencia de los restos de un templo funerario romano en el interior de un parking situado entre las plazas de San Nicolás y Marqués de Busianos. Pero todavía sorprende más el modo en que se encuentran integrados en el parking: dentro de una especie de escaparate con iluminación propia y con un panel de señalización que explica el origen de los vestigios históricos.
Dichos vestigios corresponden a un lienzo del muro exterior fabricado con opus caementicium (hormigón romano) de un monumento funerario naomorfo (con forma de templo) que perteneció a una necrópolis datada a finales del siglo I o principios del II. La función de este templo era la de dar sepultura a una persona relevante de la época y a su familia, así como rendir tributo a su memoria. Sería el equivalente, entonces, a los panteones de los cementerios cristianos actuales.
Ayer pudimos asistir al encuentro para medios de comunicación con motivo del 50 aniversario de la reapertura al culto de la Iglesia de San Juan del Hospital y tuvimos la oportunidad de conocer muchos de sus secretos de la mano de su párroco y de dos técnicas especialistas involucradas en las tareas de restauración del templo.
De todos los rincones visitados, el más fascinante es la Cripta de la Capilla de Santa Bárbara debido a su difícil acceso a través de una losa corrediza de piedra que da paso a una escalera metálica en la pared que desciende al fondo de la cripta.
La cripta se utilizó como pudridero para los restos de la emperatriz Constanza de Grecia, fallecida en 1307, antes de ser trasladados al sarcófago adosado al muro de la capilla. En su interior se conserva un tramo de la spina del circo romano de Valencia. La spina era el murete longitudinal que dividía la arena del circo en dos calles, alrededor el cual giraban las cuadrigas durante aquellas carreras que muchos recordamos por películas como Ben-Hur.
Está previsto que tanto la cripta como la spina, actualmente cerradas al público, puedan visitarse en un futuro, lo que permitirá poner en valor estos restos de indudable valor arqueológico.
Desde la Edad Media hasta finales del S. XIX los enterramientos cristianos se realizaban en cementerios o “fossars” pertenecientes a las iglesias y conventos situados intramuros. Algunos fueron muy importantes, como los de Santa Catalina o San Martín.
Con la construcción del Cementerio General, todos los cementerios parroquiales fueron erradicados, a excepción del de la iglesia de San Juan del Hospital. En el patio sur del conjunto eclesiástico –antigua área cementerial– se conservan cuatro arcosolios sepulcrales del siglo XIII que cobijaban enterramientos familiares y una curiosa capilla hospitalario-funeraria de estilo gótico, donde según cuenta la tradición el rey Jaime I escuchó misa.
Este excepcional patrimonio, hasta ahora oculto a los ojos de los visitantes, ha sido rehabilitado y abierto al público para su conocimiento y disfrute.
Durante siglos la plaza del Mercat se utilizó, entre otros menesteres, para ajusticiar públicamente a los presos condenados a horca o garrote vil. Los cuerpos quedaban expuestos en la plaza durante días como escarnio y aviso a delincuentes. Por razones de salubridad, en el S. XIV se decidió trasladar los cadáveres de los ajusticiados a un lugar concurrido a las afueras de la ciudad, donde antes de ser enterrados eran colgados y exhibidos hasta consumirse.
Ese lugar, conocido como el Cementerio de los Ajusticiados, todavía existe. Se construyó en terrenos por aquel entonces de Valencia pero actualmente situados en el casco urbano de Tavernes Blanques. Se encuentra este pequeño recinto vallado al fondo del jardín que hay junto al Carraixet, saliendo de Tavernes en dirección a Almássera.
Aquí reposaron los restos de ajusticiados ilustres como el General Elío, el Héroe Romeu o Cayetano Ripoll, la última víctima de la Inquisición en España.
Enfrente del Cementerio General, existe otro camposanto mucho más pequeño conocido como el Cementerio Inglés. Se construyó durante el S. XIX para dar sepultura a los súbditos ingleses de religión protestante que habían llegado a Valencia durante la Revolución Industrial (De hecho, el cementerio pertenece a la Corona Inglesa). Durante mucho tiempo se utilizó además para enterrar a todos aquellos que no profesaban la religión católica y por lo tanto sus restos no podían descansar en el General, contabilizándose más de una veintena de nacionalidades distintas y varias religiones.
El Cementerio General se construyó a principios del S. XIX y en su parte antigua cuenta con mausoleos y panteones que son autenticas obras de arte. Algunos tan inquietantes como el construido por Mariano Benlliure para la familia Moroder o el del escultor Carreras para la familia Risueño.
Ayer, dia de San Miguel, tuvo lugar un curioso fenomeno en el Monasterio de San Miguel de los Reyes que se repite todos los años a la misma hora. Entre las 9.30 y las 10.00 de la mañana un rayo de sol entra por una estrecha ventana y señala la cripta en la cual está enterrada la Reina Doña Germana de Foix.