Un año más celebramos la festividad del santo patrón de nuestra ciudad y como siempre retomaremos la clásica conversación de si la fiesta es de “cruces para dentro” o de “cruces para afuera”. De las cruces de término de la ciudad de Valencia ya hemos hablado en otras ocasiones. Pero hoy nos vamos a detener ante la más desconocida de ellas: la situada en el Camí Vell de Picassent.
El Camí Vell de Picassent partía antiguamente del Cementerio General y atravesaba la Huerta de Favara en dirección a la población de Picassent. Las obras del cauce nuevo del Turia fragmentaron el curso del camino. La cruz se halla en un tramo de este camino situado entre la carretera de Alba y la V-30, interrumpido por la autovía y sin salida a esta. Su tipología es similar al del resto de cruces históricas de la ciudad y podría tener sus orígenes en los siglos XIV o XV. Junto al crucero, un puentecillo sobre una acequia da acceso a la parte trasera de la Ermita de la Aurora, cuyo empedrado esta presidido por otra cruz muy curiosa.
Al no ser lugar de paso, su emplazamiento convierte a este conjunto en un lugar secreto y casi invisible de bucólica belleza.
Hoy, 9 de Octubre, celebramos una vez más el día de la Comunitat Valenciana, y por ende la festividad de San Dionís, patrón de los enamorados valencianos, durante la cual los hombres regalan a las mujeres la tradicional mocadorá.
San Dionís (que fue mártir, apóstol de las Galias y primer obispo de París) tuvo culto en una antigua mezquita reconvertida en iglesia en el S. XVI, donde compartía advocación con el santo titular, San Miguel. Este templo, que estaba ubicado en la actual calle de San Miguel, fue incendiado durante la Guerra Civil y posteriormente demolido. Su portada renacentista se salvó del derribo, y haciendo cierto el dicho popular de “desvestir un santo para vestir a otro” acabó convirtiéndose en la fachada de la actual parroquia de San Pascual Baylón, situada en la calle del Doctor Moliner.
La estampa de esta portada es ciertamente curiosa, puesto que la hornacina central que anteriormente albergaba la figura de San Miguel, ahora la ocupa otra de San Pascual de mucho menor tamaño, con el consiguiente impacto visual que le hace asemejarse a un pequeño ninotet.
Tras la demolición del templo antiguo, a San Dionís se le dedicó (a medias con San Pancracio) una modesta parroquia en el barrio de Torrefiel, donde además la comunidad ecuatoriana de Valencia venera a una de sus dos patronas, la Virgen del Cisne.
El patrón de los enamorados cuenta además con capillas dedicadas a su culto en importantes centros religiosos de la ciudad como son la Catedral o la iglesia de San Nicolás.
Desde la Edad Media hasta finales del S. XIX los enterramientos cristianos se realizaban en cementerios o “fossars” pertenecientes a las iglesias y conventos situados intramuros. Algunos fueron muy importantes, como los de Santa Catalina o San Martín.
Con la construcción del Cementerio General, todos los cementerios parroquiales fueron erradicados, a excepción del de la iglesia de San Juan del Hospital. En el patio sur del conjunto eclesiástico –antigua área cementerial– se conservan cuatro arcosolios sepulcrales del siglo XIII que cobijaban enterramientos familiares y una curiosa capilla hospitalario-funeraria de estilo gótico, donde según cuenta la tradición el rey Jaime I escuchó misa.
Este excepcional patrimonio, hasta ahora oculto a los ojos de los visitantes, ha sido rehabilitado y abierto al público para su conocimiento y disfrute.
A lo largo de esta semana se han celebrado en el barrio de Sagunto las fiestas dedicadas al Santisímo Cristo de la Fe. Y que mejor ocasión para acceder a uno de esos interiores insólitos y habitualmente cerrados al público en general como son los campanarios de las iglesias, y concretamente al del templo de Santa Mónica. Si además tenemos la oportunidad de presenciar en vivo el volteo manual de las campanas entonces la experiencia se convierte en sobrecogedora.
Aunque la iglesia de Santa Mónica data del S. XVII, su campanario es una obra temprana del notable arquitecto Javier Goerlich, que sustituyó las dos espadañas que coronaban la fachada por una torre inspirada en los campanarios tradicionales valencianos. Fue inaugurada en 1915 y consta de siete campanas: María, Mónica, Santísimo Cristo de la Fe (la más antigua), Salvador(la más pesada -810 kilos-), Francisco, Agustín Mauricio y la Señalera (la única que conserva la instalación original).
Hoy se celebra en Valencia la festividad de la Virgen de los Desamparados y seguro que todos conservamos en nuestra retina la imagen del hermoso templo que preside la plaza que lleva su nombre. Pero no es el único dedicado a la advocación de nuestra patrona, existe otro mucho más modesto en el centro del barrio de Nazaret. Se encuentra ubicado en la plaza donde confluyen las calles Alta y Baja del Mar, denominadas así por su altura con respecto al nivel del mar, al igual que lo hacen las calles Alta y Baja en el barrio del Carmen con respecto al lecho del rio.
La parroquia de Nuestra Señora de los Desamparados fue construida para sustituir a la anterior (asolada por la riada del 57), e inaugurada en 1961. Su estilo evoca vagamente la arquitectura religiosa alemana de posguerra. Exteriormente destaca por sus teselas de tonos azules, la irregular distribución de tragaluces rectangulares de colores y el relieve alegórico, obra del escultor Alfonso Gabino.
En el interior, sorprenden las curiosas hornacinas triangulares del lado de la Epístola y la talla del Cristo Crucificado, detalles todos ellos que le confieren un marcado aire expresionista.
La iglesia del Salvador (situada en la calle del mismo nombre) tiene la consideración de ser el primer templo cristiano construido sobre una mezquita tras la Reconquista de Valencia por parte de Jaime I.
Posee, además, una serie de elementos constructivos que le dan un toque de distinción; como pueden ser la cripta, las gárgolas renacentistas y sobre todo su campanario románico, único ejemplar existente en la ciudad.
Pero aquello que más impacta al visitante es la imponente imagen del Cristo que preside el altar. La talla de madera policromada, de tres metros de altura y 300 kilos de peso fue construida en el S. XIII, lo que convierte al Cristo del Salvador en el más antiguo de Valencia.
Cuenta la leyenda, que la imagen fue tallada por Nicodemo tras presenciar el descendimiento de Cristo de la cruz. Esta fue llevada por los discípulos de Jesús hasta Beirut donde fue arrojada al mar durante la guerra con los musulmanes con la intención de salvarla. Milagrosamente, la cruz llegó hasta playas de Valencia donde remontando las aguas del rio Turia a contracorriente quedó varada cerca de la ermita de San Jordi (que años más tarde se convertiría en la parroquia del Salvador). Tras varios intentos de llevarla a la Catedral, la cruz volvía a aparecer en la ermita, por lo que se decidió dejarla en aquel lugar donde hoy todavía permanece.
“La Barraqueta” es como se conocía popularmente a la iglesia de la parroquia de La Resurrección del Señor, situada en la plaza del Poeta Salvador Rueda. Edificada durante los años del desarrollismo en la segunda mitad del S. XX, compensaba su escaso valor arquitectónico con la originalidad de su construcción en forma de barraca, lo que la convirtió en todo un símbolo enraizado en el paisaje urbano del barrio de Tendetes.
A mediados de los años 90, “La Barraqueta” fue sustituida por otro templo, cuya enorme y anodina mole de ladrillo pronto hizo añorar a los vecinos la sencillez de la iglesia desaparecida.
Lo que poca gente sabe es que, milagrosamente, la pintoresca barraca se salvó de la destrucción. Fue trasladada a un campamento juvenil cercano a Moixent, donde ha permanecido hasta nuestros días, siendo utilizada actualmente como sala multiusos del centro scout Casa Oraá.
Durante estos días los distintos medios de comunicación se han hecho eco de la restauración de una de esas maravillas nunca lo suficientemente ponderadas que tenemos en Valencia: Los frescos de la Iglesia de San Nicolás.
Los frescos fueron realizados en 1700 por el artista barroco Dionís Vidal, discípulo de Antonio Palomino, autor –entre otras obras- de las pinturas de las bóvedas de la Basílica de los Desamparados y de la Iglesia de los Santos Juanes. Sobre una superficie de casi 2000 metros cuadrados, Vidal narró con pintura, como si una especie de comic se tratase, la vida de San Nicolás y del otro santo titular de la parroquia, San Pedro Mártir.
La espectacular belleza de la obra, potenciada tras la restauración, ha propiciado que se le haya empezado a denominar como la “Capilla Sixtina” valenciana, comparándola con aquella otra que inmortalizó Miguel Ángel en San Pedro del Vaticano.
Hoy es el día en que los valencianos se lanzan a la calle para mostrar todo el fervor a su patrona, la Virgen de los Desamparados. Pero siempre no fue así, la primera patrona que tuvo la ciudad tras la Reconquista en el S. XIII fue la Virgen de Gracia y lo fue durante siglos hasta que la creciente devoción popular por la Virgen de los Desamparados llevó al papa León XIII a nombrarla patrona de Valencia en 1885.La Mare de Deu de Gracia que también celebra su festividad en Valencia por estas fechas, recibe culto actualmente en la iglesia de San Agustín, cuyo altar preside un valioso icono bizantino del S. XIV con su imagen.
Como es sabido la Catedral de Valencia alberga una de las reliquias más legendarias de la Cristiandad: El Grial o Santo Cáliz que utilizó Jesucristo durante la Ultima Cena.
Pero no es la única que se conserva en nuestra ciudad. La iglesia del Patriarca tiene una sala de reliquias que rivaliza con la de la Catedral en cuanto a cantidad y a lo sorprendente de su contenido. El registro del relicario afirma contener, siempre desde el punto de vista de la tradición católica, desde cabellos de Jesucristo hasta parte del mantel de la Ultima Cena y del Sudario con el que fue enterrado. Pero la que se considera una de las reliquias más valiosas es el fragmento de la corona de espinas de la crucifixión. Se guarda en el interior de una custodia junto a dos piedras del Santo Sepulcro.
La corona de espinas propiamente dicha se venera en la catedral de Notre-Dame en París, pero muchas de las espinas están repartidas por diferentes lugares del mundo. El fragmento que se conserva en Valencia es de los más importantes puesto que posee cinco de las espinas.