Hay historias de amor tan intensas que incluso trascienden las fronteras de la muerte. Algunas, aunque absolutamente reales, parecen salidas de la imaginación de Edgard Allan Poe. Es el caso de la historia del nicho 1501 del Cementerio General de Valencia y así lo relata el dramaturgo Vicente García Valero en sus propias memorias recogidas en el libro Páginas del Pasado.
El escritor había comprado el nicho para dar reposo a Emilia, su prometida, que había fallecido de fiebres durante su ausencia y enterrada en una fosa común. Él mismo la sacó en brazos de su féretro para que su cuerpo yaciese en el nuevo nicho. Afincado en Madrid, se encargó durante años de hacer llegar dinero para su mantenimiento y procuró que no le faltasen flores cada Día de Todos los Santos. El recuerdo de la amada muerta le llevó a contraer matrimonio con una de sus hermanas, con la que tuvo una hija a la que puso el mismo nombre que la difunta. Cuando ambas fallecieron, volvió a casarse con la única hermana que quedaba de Emilia. Un año, siendo ya anciano, se encontró sin recursos para poder enviar el dinero para el cuidado del nicho. Decidió comprar un billete de lotería con el número 1501, con tal fortuna que le tocó el premio gordo.
Podemos concluir, en cierto modo, que Emilia también veló por su amado desde el más allá y devolvió a Vicente todo el dinero que durante años él había dispuesto para embellecer su tumba.
Calle de las Brujas, así se conoció durante siglos a la actual calle Angosta del Almudín, vía que, como su nombre indica, discurre a lo largo del muro norte del edificio del Almudín y lo separa de la manzana de viviendas contigua. El origen de su nombre es incierto, pero se especula que ciertas hechiceras dedicadas a la elaboración de pócimas mágicas pudiesen haber habitado en ella.
Leyenda o realidad, es innegable que esta calle, especialmente de noche, conserva un hálito de misterio casi medieval que le confieren elementos como el empedrado del suelo o el muro del Almudín, además de tratarse de una de las más estrechas del casco antiguo. A todo ello hay que añadir la curiosidad de que durante largo tiempo, en ambos extremos de la calle, existieron unas puertas que la cerraban al caer la noche.
En uno de los muros de la Capilla del Santo Cáliz de la Catedral de Valencia penden unas enormes cadenas de hierro que su día cerraban la entrada del puerto de Marsella. Durante un ataque a esta ciudad francesa en 1423, por parte del rey Alfonso el Magnánimo, este ordenó romperlas para poder entrar victorioso en el puerto. Romeu de Corbera, capitán de uno de los barcos de la flota real, ejecutó la orden. Para ello se valió de una especie de arpón que también se conserva en la capilla, junto a las cadenas, como reliquia bélica.
En la plaza de Nules se encuentra el Palacio de Catalá de Valeriola, edificio gótico del S. XV pero de aspecto neoclásico, debido a las reformas sufridas durante en el S. XVIII. Este palacio fue sede durante un corto espacio de tiempo (1591-1594) de un círculo literario conocido como Academia de los Nocturnos.
En él se reunían todos los miércoles por la noche (de ahí su denominación) un grupo de los más destacados intelectuales de la época entre los que se encontraban Guillem de Castro, Gaspar Aguilar o Escolano.
Durante las reuniones se leían discursos y poesías, que posteriormente eran recopilados y publicados. Cada uno de los miembros de la Academia contaban con un misterioso pseudónimo siempre relacionado con la noche: Tinieblas, Sueño, Sombra, Sosiego…
Un año más, Valencia se dispone a celebrar la fiesta del Corpus entre vistosos actos que culminan con la Procesión de la tarde. El desfile de personajes bíblicos, Cirialots, Heraldos y demás símbolos religiosos y sociales tiene como cometido dar realce a la Custodia, una especie de torre que alberga el Corpus Christi o Santísimo Sacramento.
La de Valencia está considerada la más grande del mundo. Conocida popularmente como la “Custodia de los pobres” por haber sido construida gracias a las aportaciones de los fieles, mide más de 4 metros de altura y 2,2 de anchura máxima Elaborada con 600 Kilos de plata y 8 de oro, sus casi 20.000 piezas están unidas por más de 35.000 tornillos. Si se pudiesen unir todos los cordones de soldadura de plata, estos alcanzarían una longitud de 11 Kilómetros.
El paseo de la Pechina es una larga avenida que discurre paralela al cauce del rio desde Mislata hasta Guillen de Castro. Debe su nombre a una construcción ornamental de piedra posiblemente del S. XVIII en forma de “petxina” (concha) que remata la rampa que da acceso al cauce del rio desde esta avenida a la altura del Jardín Botánico.
Se cuenta que aquí fue arrojado el cuerpo de Cayetano Ripoll, ultima victima de la Inquisición en España, después de haber sido ajusticiado en la plaza del Mercado en el año 1825.
En una callejuela oscura apenas transitada, a espaldas de la Lonja, hay una casa con la puerta tapiada. En ella vivía el último verdugo público de Valencia.
Se llamaba Pascual Ten y cuentan las crónicas que se enamoró de su última ejecutada, una mujer de gran belleza apodada “la Perla Murciana” acusada del asesinato de su marido. Solicitó el indulto para ella pero no le fue concedido. Él mismo ejecutó la condena a garrote vil. Su compasión no se consideró digna de su oficio y por esa razón fue cesado inmediatamente de su cargo. Esto sucedió en 1896 y poco tiempo después las ejecuciones dejaban ser públicas para llevarse a cabo únicamente dentro del ámbito penitenciario.
Al estallar la Guerra Civil, el gobierno republicano se trasladó a Valencia. Muchos edificios de la capital fueron ocupados entonces por organismos oficiales.
El lujoso hotel Metropol, se convirtió en la sede de la Embajada Soviética. Allí operaba a nivel nacional el NKVD, el servicio secreto que sería conocido años más tarde como la KGB. Sus habitaciones albergaron personajes dignos de una buena película de espionaje como Alexander Orlov, el responsable del traslado del famoso “Oro de Moscú” desde España hasta la URSS.
Actualmente el hotel se ha transformado en un edificio de oficinas y está situado en la calle Xátiva, frente a la Plaza de Toros.
Varias son las historias que nos cuentan el origen del ‘rat penat’ (murciélago) que corona el escudo de la ciudad de Valencia, unas con base histórica y otras que forman parte del mundo de lo legendario. Una de las leyendas más conocidas sobre el tema (con diversos matices e interpretaciones) es la siguiente:
Cuentan que durante el asedio por parte de Jaime I para arrebatar la ciudad de Valencia a los musulmanes un murciélago anidó en el techo de la tienda del rey. Este ordenó que nadie dañase al animal.
Una noche, un ruido como de redoble alertó a las tropas cristianas. Gracias a ello, descubrieron a tiempo que estaban siendo rodeados por sorpresa por los musulmanes y pudieron contener el ataque.
Cuando el rey preguntó quien había dado la voz de alarma, resultó ser el murciélago batiendo sus alas sobre un tambor. Como gratitud, Jaime I incorporó la figura del ‘rat penat’ en el escudo de la ciudad cuando finalmente fue conquistada.
Por estas fechas, hace ahora 78 años, estallaba en España la Guerra Civil. Cuando la República decidió trasladar el Gobierno a Valencia, la ciudad fue sistemáticamente bombardeada durante todo el conflicto bélico. Todavía hoy en día es posible observar las huellas de los impactos de los proyectiles aéreos en edificios como el Ayuntamiento o la Iglesia de San Andrés.