Afortunadamente, Valencia todavía sigue deparando sorpresas paras los amantes de su patrimonio cultural. En los últimos días ha levantado mucha expectación el hallazgo de nuevos restos del mítico mercado de flores diseñado por Javier Goerlich para la plaza de Emilio Castelar (hoy del Ayuntamiento), que fue inaugurado en 1933 y derribado en los inicios de los años 60.
Gracias a la siempre encomiable labor de investigación y seguimiento por parte de amigos y compañeros de batalla como Luís de Manuel, César Guardeño, Rubén Tapias o Tono Giménez, entre otros, ha sido posible localizar un buen número de elementos ornamentales del mercado y de la propia “tortada”, pues así es como se conocía popularmente a la plaza en aquellos tiempos.
Curioso es el destino para que piezas de un mismo conjunto arquitectónico corran suertes tan dispares como acabar en un vertedero o servir de ornato público. De ambas opciones, la segunda es la más agradecida, pero aún así ha sido inevitable que este valioso patrimonio haya caído en el olvido. ¿Cuántas veces habremos pasado por delante de estas reliquias reubicadas en otros lugares de la ciudad sin sospechar su origen?
Sirva para ilustrar el tema dos ejemplos concretos situados en vías muy concurridas de la capital. La fuente ubicada en una isleta ajardinada en la confluencia de la avenida de la Constitución y el Llano de Zaídia no es otra que la fuente original que presidía el centro del mercado subterráneo. Y parte de las columnas que la rodeaban ahora lo hacen en otra fuente, la de los Maulets, cobijada en un tranquilo jardincillo de la avenida del Reino de Valencia.
Y es que, al margen del asunto que hoy tratamos, ninguna de las fuentes históricas de nuestra ciudad está donde le corresponde, pero esa es otra historia que contaremos otro día….
En un parquecillo de Godella adosado a la acequia de Moncada y muy cerca de la iglesia de San Bartolomé se encuentra enclavado un peculiar edificio: La Torreta de Boil o de Serdanyola.
Se trata del único vestigio de la antigua Casa-Palacio de los Boil (o Serdanyola), levantada en el siglo XV y destruida durante la Guerra Civil. La Torreta se erigió en el siglo XVIII como pabellón del jardín del palacio.
Construida en ladrillo y sillares para el recercado de puertas y ventanas, está rematada por un tambor octogonal con cúpula de teja vidriada combinada blanca y azul. El tambor tiene ventanas en cuatro de sus caras y en las otras, hornacinas con esculturas que representan a las Cuatro Estaciones. En su interior conserva interesantes pavimentos de azulejo tipo mocadoret.
Seguro que te has preguntado alguna vez por la función de las dos antiguas torretas que flanquean el inicio del Paseo de la Alameda. Fueron construidas en 1714 para alojar a los encargados del cuidado y mantenimiento de los jardines de la Alameda, así como de las huertas cercanas. Están dedicadas a San Felipe (la más cercana al rio) y a San Jaime.
Están formadas por dos cuerpos prismáticos rematados en un chapitel piramidal de tejas vidriadas de color azul cobalto. Sus fachadas están adornadas con los blasones de las familias más influyentes de la ciudad en el momento en su construcción. También figura el escudo de armas del Rey Felipe V de Borbón, que contrasta con la arquitectura de las torres que recuerda claramente a la de algunos edificios de la dinastía los Austrias, especialmente en la ciudad de Madrid.
Junto a estos adornos heráldicos, luce un extrañísimo escudo de la ciudad de Valencia con las eles invertidas y un rat penat barrigón con más aspecto de chimpancé que de murciélago.
Situado en la calle Campamento, una de las principales arterias de Benimàmet, el Chalet de Panach actualmente es la sede de la biblioteca pública Teodoro Llorente. Se trata de un claro exponente de vivienda residencial burguesa de principios del S. XX. Perteneció al matrimonio formado por Manuel Panach y Paquita Pastor, dueños de una afamada óptica de la calle Lauria.
Del chalet solo queda el edificio principal, aunque antiguamente llegó a tener viviendas para los guardeses y establos. Su interior se decoraba con azulejos de Nolla y con lámparas que imitaban a las del Hotel Alfonso XIII de Sevilla. Estaba rodeado por un cuidado huerto de naranjos, cuyo terreno correspondía a lo que ahora es jardín y parque de juegos infantiles.
Sus muros encierran muchas historias. Según cuentan, durante la Guerra Civil el militar republicano Valentín González (más conocido como El Campesino) consiguió huir de un tiroteo con los nacionales arrojándose desde una ventana.
Durante estos días se celebra la 51 Fira del Llibre de Valencia en los Jardines de Viveros. El ingreso principal a la feria se realiza a través de la entrada recayente a la calle Genera Elío.
Pues bien, esta puerta siempre no estuvo aquí. Originariamente, servía de acceso al jardín de la Glorieta, cuando este era un recinto cerrado. De hecho, parte de su verja es la que actualmente cierra los Viveros precisamente en el tramo de General Elío.
Conocida es la fama de predicador de San Vicente Ferrer y son muchos los lugares que guardan la memoria de sus sermones. Uno de ellos es la Alquería Juliá, donde cuenta la tradición que el santo predicó a la sombra de una de las encinas de su huerto.
Se trata de un palacete rural construido en el S. XVII, considerado el mejor ejemplo de estilo tardo-herreriano que se conserva en la ciudad. En su origen se encontraba en medio de la huerta de Valencia, pero la expansión urbana lo absorbió, quedando enclavado en la calle de Castán Tobeñas, en pleno barrio de Nou Moles.
En su época de esplendor contó con un magnifico huerto hoy desaparecido y con un jardín del cual apenas quedan vestigios originales. Conserva, en cambio, algunos de sus elementos arquitectónicos más destacados como son la torre, el zaguán o la portada de piedra del balcón de la fachada principal.
El edificio albergó, además de a San Vicente, a otros personajes notables: El mariscal francés Suchet que dirigió la invasión napoleónica de Valencia desde la azotea; el infante Carlos María, aspirante al trono durante las guerras carlistas; y la reina Isabel I, que se alojó allí mientras su madre, María Cristina, abdicaba como regente de España.
Durante siglos la plaza del Mercat se utilizó, entre otros menesteres, para ajusticiar públicamente a los presos condenados a horca o garrote vil. Los cuerpos quedaban expuestos en la plaza durante días como escarnio y aviso a delincuentes. Por razones de salubridad, en el S. XIV se decidió trasladar los cadáveres de los ajusticiados a un lugar concurrido a las afueras de la ciudad, donde antes de ser enterrados eran colgados y exhibidos hasta consumirse.
Ese lugar, conocido como el Cementerio de los Ajusticiados, todavía existe. Se construyó en terrenos por aquel entonces de Valencia pero actualmente situados en el casco urbano de Tavernes Blanques. Se encuentra este pequeño recinto vallado al fondo del jardín que hay junto al Carraixet, saliendo de Tavernes en dirección a Almássera.
Aquí reposaron los restos de ajusticiados ilustres como el General Elío, el Héroe Romeu o Cayetano Ripoll, la última víctima de la Inquisición en España.
Al final de la avenida de Burjasot, en el barrio de Benicalap, se alza un palacete rodeado de jardines. Aunque su estado es el de lamentable abandono todavía es posible intuir su antiguo esplendor. La mansión fue construida a finales del S. XIX por encargo de una familia de indianos (Así se les denominaba a los emigrantes españoles que volvían de América habiendo hecho fortuna) que siguiendo la tendencia de la incipiente burguesía local buscaban una zona de recreo cerca de la capital. Por esta razón la mansión sería conocida como Casino del Americano, pese a que su nombre original fue el de Quinta de Ntra. Sra. de las Mercedes.
El palacete estuvo habitado hasta bien entrado el S. XX, teniendo posteriormente otros usos, siendo el de local de copas (con el nombre de Saudi Park) el más recordado por los vecinos del barrio.
Muchos de sus elementos arquitectónicos, por desgracia, han sido expoliados. Sirva como ejemplo el de las esfinges de piedra que vigilaban la entrada principal del jardín y que, según decían, te seguían con la mirada cuando pasabas por delante de ellas.
Entre las actuales calles de Quart y Murillo, existió el Convento de la Puridad, construido en el S. XIII. De aquel convento aun sobrevive milagrosamente, encerrado entre fincas y apenas visible desde la calle, su jardín y parte del muro que lo rodeaba.
El jardín cuenta con impresionantes ejemplares botánicos. Entre ellos destacan tres palmeras de casi doscientos años y un olivo de más de cuatrocientos, que con sus dieciséis metros de altura, se convierte en uno de los más altos del mundo.
Durante este fin de semana se celebra en Valencia una muy interesante iniciativa llamada Ciutat Vella Oberta, un festival artístico multidisciplinar con diversos espacios expositivos, talleres y actividades culturales. Esto ha permitido transformar el solar que existe entre las calles Alta y San Miguel en un jardín con música chill-out que funciona como un inusual y fascinante lugar de descanso.