Circulamos por la margen derecha del cauce nuevo del Turia y cuando llegamos a la altura de la partida de Faitanar, donde la línea del AVE sobrevuela los carriles de la V-30 y del propio cauce, por el rabillo del ojo nos da la sensación de que el viaducto de la línea férrea discurre justo por encima de un grupo de viviendas huertanas situadas junta a la autovía. No se trata de un efecto óptico, el puente del tren –literalmente- pasa por encima de la conocida como Alquería de Aiguamolls sumiendo en sombra permanente un extremo del conjunto de edificaciones, algunas de ellas todavía habitadas a día de hoy.
Es uno de esos casos de extraña convivencia entre la modernidad y la tradición, donde el moderno viaducto del tren de alta velocidad ha invadido la bucólica senectud –ya de por sí amenazada por el incesante tráfico de la autovía-de este reducto huertano. Una alquería que hunde sus orígenes a finales del siglo XVII y que representa un claro exponente de caserío valenciano, definido por un edificio principal rodeado de otros destinados a la labranza o al alojamiento de colonos.