Se cuenta la anécdota de que el dueño del caballo que sirvió de modelo al escultor de la estatua de Jaime I situada en Parterre, quiso dejar un recuerdo dentro del caballo de bronce al ser fundido. El objeto elegido fue su gorro de soldado, pero sin percatarse que dentro de este tenía guardados los ahorros de toda su vida. Si esto es cierto, gorro y dinero deben permanecer aun hoy en día en el interior de la estatua.