Hay historias de amor tan intensas que incluso trascienden las fronteras de la muerte. Algunas, aunque absolutamente reales, parecen salidas de la imaginación de Edgard Allan Poe. Es el caso de la historia del nicho 1501 del Cementerio General de Valencia y así lo relata el dramaturgo Vicente García Valero en sus propias memorias recogidas en el libro Páginas del Pasado.
El escritor había comprado el nicho para dar reposo a Emilia, su prometida, que había fallecido de fiebres durante su ausencia y enterrada en una fosa común. Él mismo la sacó en brazos de su féretro para que su cuerpo yaciese en el nuevo nicho. Afincado en Madrid, se encargó durante años de hacer llegar dinero para su mantenimiento y procuró que no le faltasen flores cada Día de Todos los Santos. El recuerdo de la amada muerta le llevó a contraer matrimonio con una de sus hermanas, con la que tuvo una hija a la que puso el mismo nombre que la difunta. Cuando ambas fallecieron, volvió a casarse con la única hermana que quedaba de Emilia. Un año, siendo ya anciano, se encontró sin recursos para poder enviar el dinero para el cuidado del nicho. Decidió comprar un billete de lotería con el número 1501, con tal fortuna que le tocó el premio gordo.
Podemos concluir, en cierto modo, que Emilia también veló por su amado desde el más allá y devolvió a Vicente todo el dinero que durante años él había dispuesto para embellecer su tumba.