No hay nada más insólito que aquellos lugares casi secretos que pocos conocen y que permanecen ocultos al tránsito cotidiano de la ciudad. Llama la atención, pues, la existencia de los restos de un templo funerario romano en el interior de un parking situado entre las plazas de San Nicolás y Marqués de Busianos. Pero todavía sorprende más el modo en que se encuentran integrados en el parking: dentro de una especie de escaparate con iluminación propia y con un panel de señalización que explica el origen de los vestigios históricos.
Dichos vestigios corresponden a un lienzo del muro exterior fabricado con opus caementicium (hormigón romano) de un monumento funerario naomorfo (con forma de templo) que perteneció a una necrópolis datada a finales del siglo I o principios del II. La función de este templo era la de dar sepultura a una persona relevante de la época y a su familia, así como rendir tributo a su memoria. Sería el equivalente, entonces, a los panteones de los cementerios cristianos actuales.