El Convento de Santa Clara se encuentra en la avenida de Pérez Galdós. Se trata de un edificio religioso construido en 1911 por el arquitecto Ramón Lucini, en estilo historicista medievalista. Destaca por su cerramiento de muros de mampostería careada mixta con recercado de huecos que remite directamente a la arquitectura teresiana y por la iglesia neoclásica a la que se accede por un pequeño atrio.
Existe en Valencia la tradición de que las falleras depositen huevos en el convento como ofrenda a la patrona del buen tiempo, (y también de la televisión y las telecomunicaciones, por cierto) rogándole que no llueva durante las fiestas.
Este año la ofrenda ha debido ser generosa, puesto que las lluvias que amenazaban con aguar la semana fallera remitieron justo antes de la plantá…
Recientemente ha tenido lugar un extraño fenómeno en la playa del Perellonet. Han emergido de la arena casi un centenar de pirámides de hormigón de dos metros de altura, que jalonan la primera línea de playa.
No se trata un vestigio de civilizaciones remotas, ni de un modo de comunirse con seres de otros planetas. En realidad forman parte de la escollera que se construyó en los años 60 para proteger el litoral del oleaje y que con el paso de los años habían quedado sepultadas bajo la arena. Pero ahora, los fuertes temporales de las últimas semanas las han sacado de nuevo a la superficie, creando una estampa de irreal belleza.
Hace un tiempo hablábamos de la cisterna romana que se encuentra en el interior del restaurante La Moma en la calle Corretgería. Recientemente, en el mismo local se ha descubierto bajo una losa una galería subterránea, de la cual se especula (a falta de pruebas documentales) que pudiera tratarse de un tramo de un supuesto pasadizo secreto que llegase a la Catedral.
Parece más probable que sea de origen romano y por lo tanto pertenezca al propio sistema de conducción de aguas de la cisterna. Sea como fuere, el espacio ha sido habilitado y decorado con objetos antiguos y puede ser observado a través de una claraboya de cristal.
Un extraño depósito industrial emerge en la esquina del jardín de la calle Fuencaliente, entre las avenidas del Puerto y Baleares. Se trata de un gasómetro de la antigua fábrica de Gas Lebon, que estaba ubicada en los terrenos que actualmente ocupan el jardín y las fincas colindantes.
El nombre de Gas Lebon se debe a Charles Lebon, industrial francés que en 1843 creó la primera fábrica de gas en España. Fue en Barcelona, y tan solo un año más tarde se inauguraba en Valencia (concretamente en la Glorieta) el alumbrado público con farolas de gas. A finales del S. XIX cuando el alumbrado comenzó a funcionar con energía eléctrica la utilización del gas se orientó a la producción de agua caliente para consumo y calefacción.
Las primeras instalaciones de Gas Lebón en Valencia se encontraban a la altura de la calle Grabador Esteve, pero con motivo de las obras del Ensanche de Valencia, en 1867 se decidió construir una nueva fábrica cerca del Puerto, de la cual permanece como recuerdo este gasómetro.
Seguro que te has preguntado alguna vez por la función de las dos antiguas torretas que flanquean el inicio del Paseo de la Alameda. Fueron construidas en 1714 para alojar a los encargados del cuidado y mantenimiento de los jardines de la Alameda, así como de las huertas cercanas. Están dedicadas a San Felipe (la más cercana al rio) y a San Jaime.
Están formadas por dos cuerpos prismáticos rematados en un chapitel piramidal de tejas vidriadas de color azul cobalto. Sus fachadas están adornadas con los blasones de las familias más influyentes de la ciudad en el momento en su construcción. También figura el escudo de armas del Rey Felipe V de Borbón, que contrasta con la arquitectura de las torres que recuerda claramente a la de algunos edificios de la dinastía los Austrias, especialmente en la ciudad de Madrid.
Junto a estos adornos heráldicos, luce un extrañísimo escudo de la ciudad de Valencia con las eles invertidas y un rat penat barrigón con más aspecto de chimpancé que de murciélago.
Durante los últimos días y a raíz de la negativa de la Consellería de Transparencia a la solicitud por parte de un particular de pasar la noche en sus instalaciones para investigar supuestos fenómenos paranormales, ha vuelto a poner de actualidad uno de los lugares encantados más emblemáticos de Valencia: La antigua clínica maternal de la Alameda conocida popularmente como La Cigüeña.
El edificio, sede de la consellería, es fruto de la remodelación llevada a cabo en 1951 por el arquitecto Antonio Gómez Davó, que imprimió a la reforma un marcado estilo casticista. Su denominación popular se debe a la escultura de una cigüeña en la fachada.
Cobró cierta fama cuando en 1990 la prensa se hizo eco de las apariciones de un ente sobrenatural que pronto sería conocido como La Dama de Rosa. Relataban los testigos haber escuchado llantos de un niño y observado la presencia de una mujer vestida con un camisón rosa que vagaba por los pasillos en busca de su hijo. Hubo quien la identificó con Lourdes, una madre que murió de parto en la época en que el edificio fue clínica maternal…
En el Paseo de la Pechina, a la altura de la antigua cárcel de mujeres, el pretil del rio rompe su largo trazado creando un recoveco a modo de balcón sobre el antiguo cauce del Turia. Frente a él se conserva un banco de piedra que data de 1756, según reza la inscripción que aparece tallada en su respaldo.
Desde este banco los magistrados de la Junta de Murs i Valls de Valencia (institución de origen medieval encargada de la construcción y mantenimiento de las obras publicas de la ciudad) controlaban y registraban el paso de maderas procedentes de la comarca de los Serranos que eran conducidas flotando sobre el rio por ganxers hasta el embarcadero que había aguas abajo.
Pasear por la huerta siempre es motivo de satisfacción. Ese sano contacto con la naturaleza supone, además, una fuente de conocimiento y de descubrimientos singulares. Acequias, molinos, ermitas… conforman un patrimonio etnológico muy valioso que se remontan a tiempos inmemoriales. Antiguos elementos de señalización como son los mojones de delimitación del término municipal, por ejemplo, son vestigios que evocan la época foral.
Un rosario de pedres de fita delimita el tramo del camino de Almàssera a Meliana que limita con la pedanía de Cases de Bárcena. Son pequeños bloques de piedra caliza del siglo XVIII, algunos de ellos con el escudo de Valencia en su cara exterior.
En la huerta sur, y concretamente en el entorno del Parque Natural de la Albufera, se conservan cuatro mojones de deslinde del periodo en el cual el lago perteneció al patrimonio de la Corona Real. Tres de ellos, de planta triangular, son de 1761, y el cuarto, de forma prismática, data de 1807 y bien pudiera representar un traspaso territorial de la Corona a Manuel Godoy, ministro de Carlos IV.
Un patrimonio que si no lo conservamos, corre riesgo en convertirse en tan solo un hermoso recuerdo.
Un año más celebramos la festividad del santo patrón de nuestra ciudad y como siempre retomaremos la clásica conversación de si la fiesta es de “cruces para dentro” o de “cruces para afuera”. De las cruces de término de la ciudad de Valencia ya hemos hablado en otras ocasiones. Pero hoy nos vamos a detener ante la más desconocida de ellas: la situada en el Camí Vell de Picassent.
El Camí Vell de Picassent partía antiguamente del Cementerio General y atravesaba la Huerta de Favara en dirección a la población de Picassent. Las obras del cauce nuevo del Turia fragmentaron el curso del camino. La cruz se halla en un tramo de este camino situado entre la carretera de Alba y la V-30, interrumpido por la autovía y sin salida a esta. Su tipología es similar al del resto de cruces históricas de la ciudad y podría tener sus orígenes en los siglos XIV o XV. Junto al crucero, un puentecillo sobre una acequia da acceso a la parte trasera de la Ermita de la Aurora, cuyo empedrado esta presidido por otra cruz muy curiosa.
Al no ser lugar de paso, su emplazamiento convierte a este conjunto en un lugar secreto y casi invisible de bucólica belleza.
Las décadas de los años 60 y 70 supusieron para Valencia una época de expansión urbanística que se tradujo, entre otras intervenciones, en la construcción de un buen número de polígonos de viviendas sociales. Entre todos ellos, existe uno que merece ser recordado por lo audaz y visionario de su proyecto y lo insólito de su construcción, el denominado 8 viviendas experimentales del Polígono de Campanar (también conocido por el prosaico termino de M-IV).
El proyecto fue un encargo del Ministerio de la Vivienda al prestigioso arquitecto Fernando Martínez García-Ordóñez y a su estudio GO.DB, autores de obras pioneras como el Colegio Guadalaviar, Nuevo Centro o el edificio de Lanas Aragón. Para su construcción se utilizaron materiales novedosos como resinas y poliéster, e ingeniosas soluciones técnicas como la unificación de estructuras y cerramientos o la creación de zócalos huecos para el paso de instalaciones eléctricas. Pero la innovación más relevante fue sin duda la fabricación de módulos prefabricados que luego eran ensamblados mediante una grúa puente. Estos módulos eran construidos en la misma parcela de la obra como si de una de industria se tratase, mediante tres cadenas de montaje que discurrían sobre 1000 metros de vías suministrados por Renfe. Cada una de las viviendas constaba de 10 módulos y el tiempo total estimado de montaje y ensamblaje era de únicamente 18 horas por vivienda.
El 22 de Noviembre de 1968 se realizó una demostración ante las autoridades en la cual se ensambló una vivienda en solamente 2 horas. En Junio del año siguiente se entregaron las viviendas terminadas a sus propietarios, trabajadores del propio estudio de arquitectura.
Por desgracia, la iniciativa no tuvo continuidad debido a los altos costes económicos de su construcción. Pero aun hoy en día podemos admirar este curioso experimento arquitectónico que permanece habitado y en buen estado de conservación. Encontraremos este grupo de viviendas en la calle Bergantín, en el actual barrio de Tendetes, justo a espaldas del edifico del PROP.
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