Hay experiencias que no tiene precio, y recorrer los tejados de la Catedral al atardecer es una de ellas. Se accede a los tejados por una escalera de caracol oculta en una de las capillas laterales del templo, y se accede al exterior por una torre rematada en un pináculo piramidal. Ahí arriba, lejos del mundanal ruido, tienes una perspectiva insólita de la propia Catedral y de los alrededores.
Contemplarás de cerca las azules cúpulas de teja vidriada, acariciarás con tus manos las ventanas de alabastro translúcido del cimborrio octogonal del S. XIV y pasearás bajos los arbotantes que sostienen la estructura pétrea.
Momentos únicos y emocionantes que, al igual que cantaría Bob Dylan, es como estar tocando a las puertas del Cielo.