Durante el periodo de la Guerra Civil se construyeron numerosos refugios subterráneos destinados a proteger a la población en caso de bombardeo por parte de la aviación enemiga. En la capital, dichos refugios se encuadraban en dos tipologías constructivas básicas: abovedada y adintelada. Pero si nos alejamos un poco del área urbana podemos encontrarnos otro tipo de refugios que debido a la morfología del terreno no obedecen a estos criterios de construcción.
El de Masarrojos, por ejemplo, está totalmente excavado en la roca. Consta de una única galería de 125 metros de longitud, apenas 2 de altura y anchura y discurre a 10 metros de profundidad bajo la plaza de El Soñador y la calle del Doctor Andrés Piquer. Aunque existen algunos tramos con bóveda de ladrillo, casi la totalidad del techo es de roca viva, sin ningún tipo de recubrimiento. A lo largo de la galería se abren una serie de huecos que se utilizaban como enfermería, sala de máquinas o el inicio de una de una galería perpendicular que no se llegó a realizar debido al fin de la contienda. El refugio, aunque llegó a ser utilizado, quedó inacabado como puede apreciarse en el cambio de pavimento en su tramo final o en la inutilización de un pozo natural de 15 metros de profundidad que iba a servir como fosa séptica para unas letrinas que jamás se construyeron. Se ha conservado de la época parte de la antigua instalación eléctrica y del sistema de ventilación, así como los bancos corridos y algunas inscripciones en las paredes.
El refugio actualmente permanece cerrado, carece de iluminación y sus accesos originales están cegados, pero tras las obras de limpieza y desescombro que se han llevado a cabo está prevista su rehabilitación y apertura al público.