En el deambular cotidiano por nuestra ciudad encontraremos palacios, museos e iglesias que nos abrirán sus puertas y nos invitarán a conocer los tesoros que albergan en su interior. Pero hay otro mundo que queda oculto a nuestros ojos, el de algunas viviendas particulares convertidas en auténticos museos por sus dueños, donde se esconden sorprendentes joyas artísticas.
La vivienda del conocido escritor Carles Recio (la casa del último autor, como a él mismo le gusta denominarla) pide a gritos ser musealizada. En todos y cada uno de sus rincones, donde impera el horror vacui, conviven de manera imposible incontables obras de los más relevantes pintores, escultores y ceramistas valencianos con objetos de estética pop y trabajos del propio Carles.
Entre todos ellos, los más fascinantes son aquellos procedentes de esa Valencia desaparecida y legendaria sobre los que tanto se ha especulado sobre su paradero: los leones del jardín del añorado Palacete de Ripalda (que adornan la fachada de la vivienda), una de las vitrinas diseñadas por Gaudí para la tienda de confección Oltra (de las que hablábamos en una reciente reseña) o el mobiliario de uno de los comedores del Palacio del Marqués de Campo, por citar algún ejemplo.